La producción de la pesca global se ha quintuplicado en los últimos 40 años, según la FAO, y esto ha tenido como consecuencia que más del 70% de las pesquerías del Mundo estén sobreexplotadas.
Como nos recordaba recientemente The New York Times y, desde hace más tiempo, múltiples personas y colectivos de cooperación y ecologistas, la cuestión es bien sencilla: una importante flota de pesqueros modernos, de forma legal o ilegal, llega a acuerdos con los países de la zona para poder extraer sus recursos pesqueros, a cambio de fondos económicos.
El resultado es la competición desigual con la flota artesanal de cayucos que contempla cómo la efectividad de las embarcaciones europeas, chinas o de otras latitudes, vacía su costa de peces. A partir de ahí los occidentales podemos incrementar nuestra dieta en el sano pescado - no local, dado el calamitoso estado de las reservas propias, sino importado de zonas con creciente sobrepesca, esto es, a costa de que otros coman menos pescado, vital para muchas comunidades pobres del Mundo.
La producción de la pesca global se ha quintuplicado en los últimos 40 años, según la FAO, y esto ha tenido como consecuencia que más del 70% de las pesquerías del Mundo estén sobreexplotadas.
Sin ser pescadores, las personas con más recursos monetarios disfrutamos de múltiple variedad de aquéllos, capturados en medio Planeta y servidos en la mesa a través de una enorme cadena industrial que está a la búsqueda de la mayor rentabilidad, sin reparar en tamaños, cuotas o límites: se prodiga, como ha advertido Greenpeace, la pesca pirata, que acaba en nuestros platos, a través de nuestros puertos, y que finalmente es “tolerada” de una u otra manera en beneficio del abastecimiento alimentario en Occidente.
La cuestión se hace se hace aún más sencilla en África. Resulta que nuestra abundancia de dieta pesquera está relacionada con la inmigración africana.
El declive de recursos naturales pesqueros en el continente ha motivado que la ya escasa economía local se haya visto deprimida, forzando a usar los barcos de pesca artesanales, mucho menos intensivos en la captura, para que emigre su población, despojada de una parte muy importante de sus ingresos.
Se dirá que no, que es que los gobiernos son corruptos, y que mi plato no tiene que ver con su drama, en un habitual ejercicio de limpieza de conciencia del que abusamos habitualmente. Pero lo cierto es que los cayucos, repletos de personas, vienen a buscar en estas latitudes lo que otrora estaba en las suyas.
No sólo el pescado.
También múltiples recursos naturales, hidrocarburos, etc. que tienen su destino final en los países más consumidores de bienes del Mundo, entre los que se encuentran los canarios. Entonces, quizás, antes de pronunciar aquello tan triste de la invasión, debamos cuestionarnos sobre realmente quién está invadiendo a quién.
Juan Jesús Bermúdez
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